La zoofobia consiste en el temor irracional a los animales. Por lo general, se trata de un miedo a un tipo de animal en particular. Sin embargo, las personas con zoofobia pueden tener miedo a todo tipo de animales o a diferentes tipos de animales.

Zoofobia

La zoofobia es uno de los varios tipos específicos de fobias. Una fobia específica es un trastorno de ansiedad en el que la persona siente un miedo fuerte y exagerado a animales, objetos o situaciones.

Sin embargo, la zoofobia y otros trastornos de ansiedad relacionados con las fobias tienen muy buen tratamiento. Descubre más sobre la zoofobia, incluyendo sus causas, síntomas y formas de superarla.

Diferentes tipos de fobias

  • Agorafobia: el miedo a estar en una situación o entorno peligroso del que es difícil escapar y del que es imposible obtener ayuda.
  • Fobia específica: causada por un miedo o ansiedad inadecuados ante un objeto o situación concreta.
  • Trastorno de ansiedad social: antes conocido como fobia social. Se trata de un fuerte miedo a las situaciones sociales y a las apariencias.

Causas de la zoofobia

Se desconoce la causa exacta de la zoofobia. La afección puede estar causada por una serie de factores, entre ellos:

  • Experiencias negativas: Una experiencia negativa con un animal puede provocar un miedo a ese animal. Por ejemplo, si te ataca un perro, es posible que tengas miedo a los perros.
  • Comportamiento aprendido: El miedo a los animales también nos lo pueden enseñar personas cercanas, como los padres o los hermanos. Por ejemplo, si tus padres tenían miedo a las arañas, tú también puedes tenerlo.
  • Genéticamente: Algunas fobias también parecen estar influidas por la genética.
  • Procesamiento de tus miedos. Hay diferentes maneras de afrontar los miedos y la ansiedad. Algunas personas son más temerosas que otras y, por lo tanto, son más propensas a tener ciertas fobias.

Por supuesto, hay muchas fobias a los animales que entran en las categorías anteriores. Estos miedos suelen ser el resultado de experiencias infantiles.

Si alguna vez te ha atacado un perro o has visto a tu padre correr gritando tras ser atacado por una araña, es probable que desarrolles una fobia a estos animales. Además, ni ellos ni tus familiares cercanos habrían tenido una experiencia negativa.

Las fobias pueden ser provocadas por películas como «Aracnofobia» o «Tiburón«, escenas de series de televisión o incluso las noticias de la noche.

Fobias a los animales en los niños

Tener miedos es una parte sana y normal del crecimiento. La mayoría de los niños experimentan miedos a corto plazo, normalmente graves, que se resuelven espontáneamente. Por este motivo, las fobias en los niños (y en los adultos) sólo se diagnostican cuando han durado al menos seis meses.

Si notas que tu hijo siente pasión por un animal en particular, debes trabajar con él para encontrar una forma de enfrentarse a él y animarle a superar el miedo. Por supuesto, si el miedo es demasiado grave o preocupante, lo mejor es consultar a un pediatra.

Si un miedo grave no se trata, es más probable que el niño desarrolle una fobia profunda. Resiste también la tentación de obligar al niño a enfrentarse al miedo. Aunque envolver a los niños es un procedimiento legítimo, existe el riesgo de que se refuerce el miedo.

Síntomas de la zoofobia

Los síntomas de la fobia pueden estar presentes no sólo al enfrentarse al objeto temido, sino también al pensar en él. Se integran los signos físicos y emocionales habituales del miedo. Las señales emocionales pueden incluir:

  • Sensación de miedo o ansiedad histérica al ver o pensar en un animal fóbico.
  • Evitar a toda costa ver o pensar en la causa del miedo.
  • Incapacidad de controlar el sentimiento de miedo, aunque sea consciente de que el miedo es desproporcionado con respecto a la amenaza real.
  • Incapacidad para llevar a cabo las tareas cotidianas debido al miedo o la ansiedad por el animal temido.

Los signos físicos pueden incluir

  • Adormecimiento
  • Ansiedad
  • Aumento de la frecuencia cardíaca
  • Boca seca
  • Confusión
  • Escalofríos
  • Mareos
  • Náuseas
  • Respiración profunda
  • Sudoración
  • Temblores

Los niños también pueden mostrar su miedo llorando, gritando, escondiéndose detrás de personas u objetos, quedándose quietos o en silencio. Estas señales pueden ser signos de zoofobia. Si los síntomas son graves, busca atención médica. La zoofobia puede curarse si se advierte a tiempo.

Por supuesto, esta fobia puede hacer la vida muy difícil, ya que los animales y los pensamientos sobre ellos pueden causar mucho estrés en la mente de quien los padece. Algunas personas se niegan a salir a la calle por miedo a los animales.

¿Cómo tratar la zoofobia?

Para hacer frente a la zoofobia, debes recordar que no estás solo y que no debes avergonzarte. Afortunadamente, hay formas de tratar la zoofobia. A continuación se presentan algunos tratamientos que pueden ayudar a tratar fobias como la zoofobia.

Terapia de exposición con técnicas de relajación

Esta es una de las formas más eficaces de gestionar y tratar fobias como la zoofobia. La terapia ayuda a superar los miedos relacionados con los animales y sus imágenes. El terapeuta también puede ofrecer técnicas de relajación. El objetivo de estas técnicas es aumentar la tolerancia a la ansiedad.

Terapia cognitivo-conductual

Este es otro tipo de enfoque alternativo para la ansiedad de los animales. Se centra en identificar los pensamientos y creencias negativos y transformarlos en pensamientos positivos. Esto puede ayudar a los pacientes a hacer frente a las creencias irracionales y a los patrones de comportamiento negativos.

También pueden utilizarse otros medicamentos, como antidepresivos, betabloqueantes y tranquilizantes con benzodiazepinas. El plan de tratamiento se adapta a las características y el estilo de vida del individuo.

La zoofobia puede ser traumática y abrumadora para algunas personas, y enfrentarse a ella puede ser muy estresante e incluso empeorar la situación. Sin embargo, puedes elegir ciertas actividades, como visitar lugares que puedan agravar la fobia, comer de forma saludable.

Por otra parte, realizar actividades que reduzcan el estrés y socializar con personas como amigos cercanos, familiares y compañeros. Recuerda, no estás solo.

Preguntas frecuentes

¿Hay otras fobias comunes a los animales?

Es posible tener fobia a cualquier animal. También es posible desarrollar un miedo a todos los animales. Sin embargo, algunas fobias a los animales son más comunes que otras. Estas son:
Ailurofobia (miedo a los gatos).
Aracnofobia (miedo a los arácnidos).
Cinofobia (miedo a los perros).
Entomofobia (miedo a los insectos)
Equinofobia (miedo a los caballos)
Helminofobia (miedo a los helmintos)
Herpetofobia (miedo a los reptiles)
Ictofobia (miedo a los peces)
Melisofobia (miedo a las abejas)
Musofobia (miedo a los ratones)
Ofidiofobia (miedo a las serpientes)
Ornitofobia (miedo a los pájaros)
Quiroptofobia (miedo a los murciélagos).
Ranidofobia (miedo a las ranas y los sapos)
Las dos fobias más conocidas son las de serpientes y las arañas. Un estudio realizado en 2020 descubrió que estos animales representan la mayor parte de las fobias a los animales.
Se cree que factores como los sentimientos y la percepción del riesgo influyen en la prevalencia de estas dos fobias.

¿Hay consecuencias de la zoofobia?

Los diferentes animales temerosos tienen diferentes influencias sobre el miedo en nuestras vidas dependiendo de la frecuencia con la que interactuemos con ellos. En general, nos gustan más los animales que están cerca de nosotros, como los perros y los gatos. 
Por lo general, las personas evitan las actividades en las que puedan estar presentes otros animales, como salir a pasear o visitar a amigos que tengan animales. Si no consiguen evitar estas situaciones, sufren ataques de pánico.

¿Cuántos tipos de fobias específicas existen?

Las fobias pueden dividirse en cinco categorías diferentes, según el tipo de estímulo que las desencadena.
Fobias a los animales: miedo a diferentes tipos de animales e insectos (fobia a los roedores, fobia a las serpientes, fobia a las cucarachas). Aparecen a una edad temprana y se repiten durante toda la infancia.
Tipo de entorno: se trata de miedos relacionados con el entorno natural o los fenómenos atmosféricos (por ejemplo, la fobia a las tormentas eléctricas).
De tipo situacional: miedos relacionados con situaciones específicas, como el miedo al transporte público, a los túneles y a los espacios cerrados (claustrofobia), el miedo a las alturas (acrofobia), el miedo a volar (fobia a volar). Este tipo de fobia representa la mayoría de las consultas.
Fobia a la sangre/accidentes: fobias relacionadas con la sangre, los accidentes y las intervenciones percibidas en el cuerpo humano (inyecciones, tratamiento dental, etc.). Este tipo de fobia, sobre todo la fobia a la sangre, suele provocar lipotimias o incluso desmayos.
Otros: por ciertos objetos menos comunes (objetos punzantes, muñecos, etc.), por vómitos, etc.

¿Es posible tener fobia a cualquier cosa?

Esto es un tema muy controvertido. En teoría, cualquier estímulo puede convertirse en una fobia si se condiciona (se aprende) a desencadenar una respuesta de miedo y evitación.
Sin embargo, hay ciertos estímulos que, por su propia naturaleza, son más dominantes que otros a la hora de desencadenar dicha reacción.
Además, se ha reconocido la llamada teoría del priming. Según este principio, ciertos estímulos, que varían de una especie a otra, han sido programados en el curso de la evolución para causar fobias, y por lo tanto es más probable que causen fobias que otros estímulos que no están programados.
Por ejemplo, las fobias a las arañas son estímulos a los que estamos evolutivamente predispuestos a desarrollar. Mientras que los enchufes eléctricos (que son más peligrosos para los niños pequeños) no suelen provocar fobias (estímulos irracionales).
Obviamente, los estímulos preparados no deben ser animales, sino otros objetos o situaciones (lugares altos, mar abierto, etc.). Es muy fácil desarrollar una fobia a estos estímulos.
Lo que todos tienen en común es el conocimiento de que el comportamiento de evasión es esencial para la supervivencia. Al menos lo era cuando se seleccionó este rasgo en el curso de la evolución.
Sin embargo, hoy en día, estas adaptaciones evolutivas son problemáticas y, paradójicamente, completamente inapropiadas para la vida moderna.

Fuentes